Se ha publicado recientemente en la revista Nature Reviews Psychology, una revisión narrativa sobre el papel del sueño en el desarrollo y el tratamiento de la depresión adolescente.
A continuación, os mostramos un resumen de esta revisión. La autoría original de esta revisión narrativa corresponde a Michael Gradisar, Michal Kahn, Gorica Micic, Michelle Short, Chelsea Reynolds, Faith Orchard, Serena Bauducco, Kate Bartel y Cele Richardson.
Objetivo de esta investigación
En esta revisión, los autores han descrito cómo la combinación de la biología y la psicología del sueño en la adolescencia pueden predisponen de forma muy concreta a los adolescentes a desarrollar depresión.
Contenido de esta revisión
En esta revisión, los investigadores han descrito las múltiples vías y factores contribuyentes, entre los que se incluye un ritmo circadiano retrasado, una duración del sueño más corta y un mayor riesgo de tener pensamientos negativos repetitivos mientras se comienza a dormir. Cada uno de estos factores se han relacionado con numerosas evidencias científicas, como la terapia con luz brillante, la melatonina exógena y las técnicas de terapia cognitivo-conductuales. Estos tratamientos mejoran el sueño y disminuyen los síntomas de la depresión, lo que mejora el tratamiento del sueño y los trastornos comórbidos que pueden padecer también los adolescentes.
La ansiedad, la depresión y el sueño
Una calidad del sueño mala en la adolescencia podría estar relacionada con el desarrollo de trastornos de ansiedad. Desde una perspectiva neurobiológica, un sueño deficiente en la adolescencia se asocia a una menor mielinización de la sustancia blanca anterior y de la conectividad fronto-límbica, necesarias para evaluar las emociones negativas. Cuando los cambios circadianos alteran el sueño de los adolescentes, el cerebro tiene menos capacidad para procesar las emociones y, por lo tanto, se incrementa el riesgo de desarrollar trastornos de ansiedad.
La relación entre la disminución del sueño y el aumento de los trastornos de ansiedad, podría ser bidireccional, ya que el sueño deficiente influye en la regulación de las emociones durante el día y la hiperactivación retrasa el inicio del sueño. Sin embargo, las evidencias científicas sugieren que es más probable que un sueño deficiente induzca el desarrollo de la ansiedad. La disminución de la capacidad para procesar emociones debida a un sueño deficiente, también podría contribuir a la depresión, especialmente si se tienen en cuenta los procesos psicológicos comunes entre la ansiedad, la depresión y el sueño, como los sesgos cognitivos negativos, la catastrofización, la rumiación y la preocupación. Los mecanismos biológicos, psicológicos y sociales, podrían interactuar y tener como consecuencia un aumento del riesgo de desarrollar insomnio, ansiedad o depresión durante esta etapa del ciclo vital.
Para profundizar
La combinación de cambios en el desarrollo de los sistemas biorreguladores que controlan el sueño y la vigilia durante la adolescencia puede incrementar el riesgo de depresión. En primer lugar, la reducción de la presión homeostática del sueño retrasa el inicio del sueño en los adolescentes. Este retraso en el inicio del sueño limita la calidad del sueño por la noche dificultando que los adolescentes lleguen a las 9 horas de sueño. Las evidencias empíricas demuestran que la pérdida de sueño reduce el estado de ánimo positivo, lo que a su vez aumenta los síntomas de depresión.
Es destacable que se produce un retraso gradual en la duración del sueño (tanto en el inicio como en la finalización del sueño) debido a un retraso en el ritmo circadiano en el desarrollo del adolescente. El retraso del ritmo circadiano incrementa el retraso en el inicio del sueño y se asocia de forma sistemática con un aumento de la depresión. Estas bases biológicas son específicas en el desarrollo adolescente e indican la necesidad de estudiar más los modelos que indican que el uso de la tecnología por la noche causa un peor sueño de los adolescentes. El retraso fisiológico del inicio del sueño ofrece la oportunidad de una tercera vía hacia la depresión que es más psicológica. En el caso de los adolescentes, cuanto más tiempo pase entre la hora de acostarse y la de empezar a dormir, mayor es la probabilidad de que la persona experimente desarrolle depresión y aumenta la probabilidad de tener pensamientos negativos repetitivos.
Líneas de investigaciones futuras
Los autores indican que se carece de datos sobre el desarrollo de los problemas de sueño debido a cambios homeostáticos y circadianos a lo largo del desarrollo de los adolescentes. Se necesitan estudios longitudinales para determinar a qué edad se producen los cambios biológicos subyacentes del sueño y los síntomas de la depresión. Esto ayudará a determinar cuándo deben realizarse los estudios de prevención de los adolescentes, que actualmente no existen. También se necesita investigación para realizar ensayos de eficacia en estudios de efectividad más amplios que se realicen en entornos sanitarios, escolares y digitales. Los conocimientos pediátricos sobre el sueño (es decir, las prácticas y las actitudes) de los profesionales sanitarios tiene mucho margen de mejora, lo que sugiere que se debe extrapolar las evidencias observadas en la investigación clínica a la práctica de la salud mental de los adolescentes.
Debido a la prevalencia mundial de los problemas de sueño, la aplicación de estas evidencias clínicas a un modelo de atención escalonada (por ejemplo, prevención e intervención del sueño en institutos, intervenciones intensivas del sueño para adolescentes, reducción de las listas de espera de los servicios de salud mental y las intervenciones digitales accesibles) son cuestiones fundamentales para mejorar la salud de los adolescentes.
Conclusión
Existe una elevada tasa de comorbilidad entre la depresión y la ansiedad en población adolescente. A pesar de la interacción entre ansiedad, depresión y sueño, un sueño deficiente suele preceder a estos trastornos. La intervención precoz de las dificultades del sueño puede prevenir la ansiedad y/o la depresión en el futuro y debe considerarse como un primer enfoque para la prevención de estas enfermedades.
Enlace a la referencia
Para conocer más detalles sobre esta temática, puede consultar la revisión que realizaron los autores a texto completo en el siguiente enlace: