Se ha publicado en la revista Food Research International, una revisión de las evidencias recientes (2010-2020), sobre los riesgos globales actuales del consumo de carne.
Para comenzar
El consumo de carne ha ido aumentando desde los años 60, pero sobre todo desde la década de los 80 hasta hoy en día. Aunque la carne supone una importante fuente de nutrientes, también es evidente que un gran consumo de esta fuente de gran calidad de nutricional (entre las que son destacables las proteínas), presenta un impacto medioambiental negativo. La producción ganadera no sólo tiene una influencia negativa en las emisiones totales de gases de efecto invernadero, también presenta efectos negativos en la huella hídrica y la contaminación y escasez de agua.
Consumo de carne y salud
Con relación a la salud humana, en 2015 la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (International Agency for Research on Cancer, IARC) declaró que la carne roja era un probable carcinógeno para humanos (Grupo 2A), mientras que el consumo de carne procesada era cancerígeno para los humanos (Grupo 1).
La mayoría de los contaminantes ambientales que se encuentran de forma frecuente en las carnes son altamente solubles en las grasas. Por lo tanto, evitar la ingesta de grasas procedentes de carnes rojas y productos cárnicos, potencialmente ayudaría en la prevención de algunas enfermedades cardiovasculares (ECV) y en ciertos tipos de cáncer, principalmente el colorrectal. Por otro lado, el consumo de carne -especialmente la salvaje- está relacionado con las infecciones por virus, ya que se han hallado muchos virus en los mercados de comercio de carne silvestre.
Principales hallazgos de esta revisión
Según los autores de esta revisión basándose en el recopilatorio de la literatura científica realizado en este trabajo, han observado que los resultados de las investigaciones realizadas después de la declaración de la IARC han corroborado la recomendación de reducir de forma significativa el consumo de carnes rojas y productos cárnicos.
Al mismo tiempo, la disminución del consumo de carne debería contribuir a la reducción de las emisiones totales de gases de efecto invernadero y así como una mejora en el calentamiento global y el cambio climático. Según las evidencias encontradas por los autores, parece claro que los hábitos dietéticos de la población respecto al consumo de carne en general, y de las carnes rojas y silvestres en particular, deben ser modificar a la baja (tanto y tan pronto como sea posible) el consumo de estos alimentos de forma significativa.
Para profundizar
El cáncer colorrectal -entre otros tipos de cáncer- es uno de los más preocupantes en la actualidad. Los autores han revisado una serie de estudios recientes sobre algunas cuestiones importantes relacionadas con la ingesta dietética de carnes, cuyo consumo ha aumentado en las últimas décadas en la mayoría de los países del mundo.
Dado que las carnes rojas pueden contener importantes cantidades de grasas, reducir su consumo debería ser útil para reducir los riesgos de eventos cardiovasculares y de desarrollar cáncer. Por otra parte, una disminución del consumo de carne debería contribuir a la reducción de las emisiones totales de gases de efecto invernadero y su impacto en otras cuestiones relacionadas con la salud medioambiental.
Una serie de estudios realizados en los últimos años han demostrado la importante huella de carbono a la que contribuyen las carnes rojas. Por otra parte, la actual pandemia por la COVID-19 ha sugerido que el consumo de carnes silvestres puede suponer un riesgo muy grave de transmisión de virus de los animales a los humanos. Teniendo en cuenta todas estas razones, parece evidente que por diferentes e importantes razones, los hábitos dietéticos de las poblaciones en relación con la ingesta de carne en general, y de carnes rojas y silvestres de forma específica, deben ser reducidos de forma significativa. Es una necesidad tanto por la salud del planeta, como por las personas.
Conclusión
En 2015, la IARC estableció que la carne roja era un probable carcinógeno para los humanos (grupo 2A), mientras que el consumo de carne procesada era cancerígeno para los seres humanos (grupo 1). Desde el punto de vista de la salud, los resultados de una serie de investigaciones realizadas tras la declaración de la IARC han corroborado la recomendación clara de que se debe disminuir de forma significativa la ingesta de carnes rojas y productos cárnicos.
Enlace a la referencia
Para leer el artículo completo y obtener más información detallada puede entrar en el siguiente enlace: https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0963996920303665?via%3Dihub